viernes, 14 de noviembre de 2008

La Melodía de la Naturaleza


En la naturaleza hay energías que circulan por todos los seres animales, vegetales y minerales. Esta energía emana una melodía que es diferente en cada ser.
Esto lo aprendí gracias a Damián, un joven de 20 años invidente que tenía la facultad de escuchar todas esas melodías que están alrededor nuestro pero son imperceptibles para el oído común.
A este joven lo conocí en un campo de la meseta patagónica, en el invierno del 2003. Lo encontré en un mallín, me llamó la atención su cara de extasiado, me acerqué tímidamente, mirando la sonrisa de su cara pálida. Cuando le hablé se sobresaltó y empezó a decir:
_ ¿Quién es? ¿Quién me está hablando?
Ahí me di cuenta que era ciego, pero que había algo más en este joven que irradiaba un misticismo sin igual.
Le dije que estaba trabajando por unos días en ese campo con la gente del INTA. Y después de unos segundos en silencio, le pregunté qué estaba haciendo solo él ahí.
Damián me dijo que era de un campo vecino y le gustaba quedarse ratos solo, para escuchar la melodía de la naturaleza.
Mirándolo con asombro y un poco de incertidumbre le pregunté cómo es eso de “la melodía de la naturaleza” y me explicó lo de las energías y sus respectivas melodías, diciéndome que si me esforzaba también las podía escuchar y me empezó a explicar cómo tenía que hacerlo.
Me mostró unas hormigas negras que trabajaban llevando hojitas y ramitas al hormiguero y me dijo que trate de escuchar la melodía que emanaban esas hormigas.
Mirándolas un rato no sentía nada, y ya me empezaba a aburrir la misma escena. Y le digo a Damián:
_ No escucho nada
_ Pensá que esas hormigas están cargadas de energía, me dijo con su voz suave _ Que son parte de la energía que mueve el cosmos.
Intenté otra vez con las indicaciones que me dio y empecé a sentir un sonido que iba in creciendo, monocorde y repetitivo: chán, chan, chan, chan y le empecé a trasmitir esa melodía que escuchaba de ellas y cuanto más rápido se las trasmitía a las hormigas más rápido trabajaban.
En ese momento empecé a entender más sobre la vida y el mundo que nos rodea, se me abrió la mente y comprendí mucho más del cosmos.
Damián sonrió y dijo que lo siguiera, que me iba a mostrar otra cosa. Llegamos a un arroyo y me dijo que hiciera lo mismo con los peces que estaban ahí.
Esta vez me tuve que esforzar más hasta que lo logré. La música que emanaban era más hermosa que la de las hormigas, era más compleja porque según Damián cuanto más complejo era el ser, mejor era su melodía.
El joven caminó unos metros hasta la sima de una loma y su rostro blanco volvió a extasiarse, le pregunté que estaba oyendo y me dijo que escuchaba la melodía del Big Bang, que era mejor que cualquier melodía de orquesta sinfónica, pero que yo todavía no podía escucharla, ya que me faltaba mucho para eso.
Después de unos días terminé de trabajar en ese campo, pero nunca me voy a olvidar de Damián y sus enseñanzas.

PABLO ESCOBAR

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente narración y muy buen maestro el tal Damián. Hermosa historia y una buena lección de cómo desarrollamos otros sentidos, cuando alguno se nos estropea. Me ha encantado la Melodía de la Naturaleza.
Si observas en los grandes comercios, veras como al inicio de la mañana la música es más suave, para que nos vayamos recreando y llenando los carros de la compra.
Cuando va llegando la hora del cierre, o si hay mucho público en una determinada hora, ponen la música más marchosa y con algo más de volumen. De esta forma, cargaremos el carro sin control y tardaremos menos en hacer la compra, ya que comparamos a golpe de música.

Si tienes oportunidad obsérvalo.
Saludos